Josico había
coleccionado toda la vida. Sellos, monedas, sobres de azúcar (glucofilia le
llamaban), dedales, calendarios… y últimamente empezó a comprarse juguetes.
Empezó por figuras de Star Wars. Darth Vader, Luke, Yoda, Leia, incluso figuras
más raras, de esas que solo aparecían en la película solo unos segundos pero
podías comprar la figura. Durante un tiempo tubo obsesión por Boba Fet. Figura
que salía, figura que compraba. Era un no parar. También estaban las de Marvel,
casi infinitas. Tenía las estanterías llenas cuando descubrió las figuras
relacionadas con Tim Burton, Pesadilla Antes de Navidad, la Novia Cadáver,…
todas le parecían increíbles. Luego llegaron las de Disney, la lista era
interminable. Después las relacionadas con El señor de los anillos y poco
después las que representaban figuras de series de televisión.
Ya no tenía
espacio en sus paredes. Las vitrinas que había comprado en Ikea no eran
suficientes para la cantidad que acumulaba. Empezó a escribir en foros de
internet, a relacionarse con otros coleccionistas, a hablar de lo que le
faltaba y lo que tenía repetido, a hablar de la posibilidad de montar una
exposición, incluso un museo. El museo Josito. Empezó a hablar con los
representantes del ayuntamiento de su pueblo para ver si había algún espacio
público que el pudiera usar para exhibir su inmensa colección. Estaba
exultante, ninguna de las otras colecciones que había hecho le había
proporcionado tanta satisfacción. Empezaba a tener un nombre dentro de la
comunidad de coleccionistas. Muchos le llamaban para pedirle consejo, para
preguntarle que figura era mejor comprar, cuales estaban descatalogadas, cuales
eran más difíciles de encontrar. Se había convertido en una estrella del
coleccionismo.
Pero de pronto
su vida personal se desmoronó. Los
recortes provocados por la crisis hicieron que la fábrica en la que trabajaba
hiciera recorte de plantilla y, aunque él era de los más antiguos, acabo
despedido.
El mismo día
que llegaba a casa con la noticia, su mujer le esperaba con otra noticia peor.
Había conocido a alguien en Badoo y le abandonaba. En un plis plas su vida se
fue a la mierda.
El paro se
fue acabando y seguía sin encontrar trabajo. Los ahorros empezaban a acabarse,
de manera que la única solución pasaba por venderse la colección de figuras
para poder seguir pagado el alquiler.
Su primera
opción fue venderlo todo en portales de internet como Todocoleccion o Ebay,
pero eso ocuparía mucho tiempo y él necesitaba dinero rápido. Sabía que su
colección valía mucho dinero, el que se había gastado y el precio de mercado
que había ido subiendo. Preguntó en varias tiendas de coleccionismo de juguetes
vintage que había en unas galerías comerciales de su ciudad, y en todas la
respuesta era la misma: su colección no valía nada, apenas un euro por pieza.
No podía creer lo que pasaba, con el dinero que se había gastado, y ahora le
decían esto. No les hizo caso y saco toda su colección completa a la venta en
internet, y la respuesta era la misma, ninguna oferta. Llamó a todos sus amigos
coleccionistas y todos le dieron la espalda, nadie quería comprarle nada, ni si
quiera a mitad de precio.
No lo podía
entender. Aunque la respuesta era más sencilla de lo que él creía. Nadie quería
sus Funko Pop de mierda.
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