Paco era muy
disciplinado. Trabajaba en una multinacional dedicada a las aplicaciones de
móviles en una oficina en el barrio del Poble Nou en Barcelona. Su trabajo en
la administración burocrática de la empresa era aburrido hasta morirse, pero a
él le gustaba. Su vida era monótona y él estaba encantado. Cada día fichaba a
las 7:00 de la mañana. Salía a comer a las 13:00, volvía a fichar a las 14:00 y
se iba a su casa a las 16:30. Cada día, siempre lo mismo.
Vivía en
Cornellá de Llobregat, en el barrio de Gavarra. Cada día cogía el metro para
llegar al trabajo. 45 minutos en los que se dedicaba a repasar los periódicos
locales en su Iphone 5S. Prefería leer prensa local, ya que no le importaba
mucho lo que pasaba en el mundo. Su vida era monótona y sencilla, y él no
estaba dispuesto a cambiarla por nada.
Todos los
días eran iguales, salvo los domingos, que por regla general no salía de casa,
siempre hacia lo mismo. No tenía hobbies, no iba al gimnasio, no le gustaba
pasear, ni salir con los amigos. No se emborrachaba, ni le gustaba ir a bares.
Nunca había tenido novia. Tampoco la había buscado.
Los viernes
por la tarde iba al supermercado a comprar todo lo que iba a necesitar la
semana siguiente. La sección de productos de limpieza era su favorita. Su casa
estaba siempre limpísima. Se hacia la cama cada día. Lavaba las sábanas cada
dos días, nada le sacaba de su rutina.
Sus vecinos
apenas le conocían. Siempre intentaba no cruzarse con nadie en el rellano de la
escalera, y cuando lo hacía, se hacia el escurridizo para no tener que entablar
ni la más minina conversación.
Últimamente había
perdido algo de peso, por lo que decidió ir al médico de cabecera. Se hizo una analítica
y fue a ver a su doctora. La doctora Coria.
Los resultados
no fueron buenos. Le encontraron algo que él no había oído en su vida,
hipertiroidismo. Le dieron hora con el endocrino en el ambulatorio de los
especialistas de la calle Bellaterra para una semana después. Rápidamente fue a
Google a ver qué era eso del hipertiroidismo. Resulta que la tiroides estaba
revolucionada y hacia que perdiera peso, tuviera insomnio, le temblaran las
manos,… pero nada importante. Unas pastillitas (tirodril) y con el tiempo todo
curado.
No había sido
nunca hipocondriaco, y no iba a empezar a serlo ahora, por lo que se lo tomo
con calma y siguió con su vida normal. Trabajo, casa, limpieza, trabajo, casa,
limpieza…
Pero un día,
mientras veía La Ruleta de la Fortuna, uno de los pocos programas que le entretenían
desde que retiraron de la programación Pasapalabra, empezó a sentirse raro. No es
que se encontrara mal, pero la pierna derecha daba la sensación que se le dormía.
Poco a poco noto que la parte derecha de
la cara se empezaba a dormir. Se asustó un poco, pero poco a poco se le fue
pasando y empezó a sentirse bien. Se levantó, se acercó a la nevera y se tomó
una coca-cola, pensaba que había sido una bajada de tensión, o incluso una
subida.
Volvió a
sentarse en el sofá. Y fue entonces cuando le dio el chungo grande.
Le encontraron
tres semanas después. El mal olor del cadáver había hecho que la vecina llamara
a los mossos y ellos abrieran la puerta a martillazos, ya que la puerta de
seguridad que Paco tenía, no permitía que un cerrajero normal la abriera.
Resulta que
los ahogos que había tenido los últimos días habían sido causados por una
arritmias que el hipertiroidismo le había causado.
Esas mismas
arritmias le habían producido dos infartos cerebrales. Dos coágulos de sangre
le habían ido al cerebro. El segundo le había dejado inconsciente. Había tardado
20 horas en morirse. Si hubiera tenido gato, se lo hubiera comido, pero como la
casa estaba tan limpia, incluso los gusanos tardaron varios días en actuar.
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