Dades personals

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dimarts, 24 de desembre del 2019

CUENTO DE NAVIDAD DEL SEÑOR CLIMENT


El señor Climent Puges fundó su fábrica de juguetes en 1942. Podría parecer que los primero años fueron duros, pero nada más lejos de la realidad. El señor Puges participó en la batalla del Ebro dirigiendo la 82 división del ejército del Maestrazgo del lado nacional. Era conocido como “El Perfecto”, todas sus acciones se saldaban con éxito. Tomaba todas las posiciones con el mínimo de bajas, ni en su escuadra ni en los enemigos, a los cuales siempre trataba con respeto. El nunca fusiló a nadie, aunque todos eran conscientes que casi ninguno de los soldados del bando republicano que él capturaba, duraban más de dos días vivos.
Sus acciones en la guerra le supusieron, además de varias medallas, que los altos mandos nacionales le tuvieran mucha estima, por lo que cuando solicitó un préstamo al Banco de Santander para montar su fábrica en Hostalric (Girona),  no solo le dieron el dinero que necesitó, sino que el alcalde de Barcelona, Miquel Mateu le facilitó todos los líos burocráticos que se pudiera encontrar.
El día 14 de Mayo de 1947, se inauguró la fábrica con una fiesta por todo lo alto. Todas las autoridades locales asistieron, el alcalde Mateu hizo un gran discurso y, aunque fuera solo por un día, Barcelona dejó de ser la ciudad gris que era.
El negocio juguetero empezó a funcionar muy bien. Los duros años cuarenta y cincuenta no lo fueron tanto para la las empresas adictas al régimen. Clipusa (como llamó él a la empresa) funcionó como un tiro desde el primer momento. Se especializaron en juguetes de metal de los que en la época eran para niñas, cocinitas, utensilios de cocina y todo lo que una niña de la alta sociedad española pudiera desear. También tenía una sección dedicada a la los trenes, pero no fue hasta los años cincuenta que, a imitación de otras empresas alemanas, multiplicaron por diez la oferta. Siempre tenían el mejor stand en la feria del juguete de Valencia. Los mejores ingenieros del sector eran los únicos  que el señor Climent contrataba. A mediados de los años sesenta fueron los primeros en el país en empezar a trabajar con el plástico, tanto en muñecas como en figuras de acción, los famosos “muñecos para niños”.
Su vida personal estuvo marcada por el fallecimiento de su joven esposa a los dos años de su matrimonio. Se casaron en 1950 en Santa María del Mar y en 1952, ni los mejores médicos de la ciudad pudieron salvar a Doña Mercedes del cáncer de estómago que padecía. Don Climent de quedó viudo con 52 años y dedicó su vida exclusivamente a su empresa.

El 24 de diciembre de 1980, don Ciment estaba trabajando en su oficina cuando el encargado de la planta golpeo con sus nudillos la puerta de acceso a su oficina.
-señor Climent, ¿puedo pasar?
-adelante, Juan, pasa cierra la puerta.
-antes de irme a casa debería confirmarme si firmamos el contrato con los americanos.
-¿ya te vas a casa?
-sí, esta noche es nochebuena y tengo que ayudar a hacer la cena.
-¿pero si tu horario no acaba hasta dentro de 2 horas?, además ¿no tienes a tu mujer en casa para que te haga la cena?
-pero ella tiene mucho trabajo con mi hijo, ya sabe que a Juanito le están dando quimioterapia y no está muy bien
-tu sigue así, y veras como tu mujer te controla hasta el dinero. Te tengo dicho que las mujeres lo que deben hacer es cuidar de su marido, y tú no puedes dejar tu trabajo para ir a hacer la cena, ¡queréis ser modernos y lo que sois es gilipollas!
-venga señor Climent, ¡que mañana es Navidad!
-Navidad, Navidad, no ganamos la guerra para acabar así…
-¿y qué me dice del contrato de Kenner Parker?
-¡pues que le van a dar por culo a esos putos yanquis! ¿Se creen que pueden venir aquí a decirnos lo que se puede y no se puede hacer?
-¡pero el contrato nos garantizaría la fabricación y la distribución de figuras de La Guerra de las Galaxias por toda España, e incluso Hispanoamérica!
-No lo tengo claro, mañana lo decidimos
-pero, mañana es Navidad y la fábrica estará cerrada.
-pues pasado mañana
-Es Sant Esteve, también es fiesta.
-anda lárgate ya a tu casa a hacerle la cena a tu mujercita…
El señor Climent se quedó solo en su oficina pensando que, después de tantos años de trabajo, lo único que le satisfacía era, seguir trabajando.
Unas horas después, se despedía del vigilante de noche de camino a su apartamento de la Diagonal de Barcelona.
Abrió la puerta del loft de 250 m2, se cambió de ropa y se dispuso a ver la tele.
-a ver si hacen alguna peli buena –pensó el señor Climent- sentándose en su cómodo sofá Mirage que había comprado hace unos años.
En la tele solo hacían especiales de navidad o documentales de historia. La televisión de 1980 no ofrecía mucho más, por lo que a los treinta minutos de sentarse el señor Climent se durmió.
-¡eh tú! ¡Despierta!.
-¡que te despiertes he dicho!
El señor Climent se despertó con un gran sobresalto. Se frotó los ojos, pues no podía creer lo que estaba viendo en la tele. Su mujer Mercedes le miraba con mucha atención. Era ella la que le había despertado.
-ya era hora. Llevo cinco minutos llamándote.
-¿quién eres? ¿Qué haces en la tele?
-ya sabes quién soy. Soy tu mujer. Estoy aquí para contarte algo.
-no puede ser, ¿estoy soñando?
-no estas soñando, he venido aquí a prevenirte que tres fantasmas están a punto de venir a visitarte. Cada uno te va a enseñar algo que necesitas ver. Algo que te mereces ver.
-no entiendo nada de lo que dices.
-Ya lo entenderás, ya lo entenderás –dijo Mercedes mientras se fundía con la estática del televisor.
El señor Climent, no podía creer lo que había pasado. Algo le habría sentado mal, quizás era la falta de sueño, trabajaba demasiado y a su edad era normal tener alucinaciones. Eso pensó él.
Se fue a la cama donde se dispuso a dormir.
Era justo medianoche cuando la ventana de su habitación se abrió de golpe y un aire frio inundó la sala. El señor Climent se despertó de golpe. La imagen de un personaje vestido de gris le sorprendió y asustó en la misma medida.
-buenas noches
-¿Quién eres?
-ya te lo dijo Mercedes. Soy el fantasma de las navidades pasadas. Y he venido a recordarte lo que parece tu que has olvidado.
-¿Qué dices? ¿Qué me vas a enseñar?
-¡tú sígueme!
-¿a dónde me llevas? –dijo el señor Climent mientras los dos desaparecían como por arte de magia.
Los cuatro soldados estaban metidos dentro de una trinchera esperando a ver si se oía algún sonido del enemigo, que esperaba a apenas 150 metros. Era la noche de San Juan, pero allí en esa trinchera a nadie le parecía importar. El entonces Capitán Pugés estaba decidido a llegar a Corbera de Ebro esa misma noche. Unos cuantos soldados republicanos no se lo iban a impedir. Él solo iba a ganar la guerra si hacía falta. Había acabado en ese agujero junto con otros alféreces cuando se dirigían al puesto de mando y un obús había acabado con su vehículo.
-un momento, yo recuerdo esto –el señor Climent le dijo a su fantasma.
-ese eres tú en 1938.
-¡coño!, ¡qué joven era! Pero esto no es Navidad, ese día hacía mucho calor, no podía ser Navidad.
-era el día de San Juan.
-¿pero tú no eres el fantasma de la navidad? ¡Vaya puta mierda de Fantasma!
-eso es lo de menos, quiero enseñarte lo que hiciste en la guerra, y en Navidad no hiciste nada. Ni siquiera estuviste en la batalla del Ebro en Navidad.
-y ¿que hice ese día para que sea tan memorable?
-tu observa.
El capitán Pugés les ordenó a todos que se quedaran en la trinchera mientras él salía a investigar por los alrededores. Nadie le rechistó, a “El Perfecto” nadie le rechistaba.
Se apartó unos metros, y cuando ya nadie le podía ver ni oír, se bajó los pantalones y defecó todo lo que había estado aguantando. Una descomposición estomacal le perseguía desde hace varios días, pero nadie podía saberlo. Él era el perfecto. Minutos después, volvió a la trinchera y lo que se encontró allí fue impresionante. Un obús había caído en plena trinchera y había matado a los tres alféreces de golpe. No pareció importarle mucho.
-ya no me acordaba de eso, mataron a los tres mientras yo estaba cagando. ¡Que gilipollas!
-¿eso es lo que sigues pensando? –Le dijo el espectro-
-bueno, no los conocía de nada
-veo que no te conmueve mucho…
-pues que quieres que te diga. La guerra fue un espanto, pero no fue culpa mía. Yo solo seguía órdenes…
Climent Pugés se despertó en su cama en la misma posición que se había dormido. Ya no sabía si era todo una pesadilla, o si era algo que de verdad estaba pasando. Se levantó, y se dirigió a la cocina. Al abrir la nevera, un personaje verde de orejas puntiagudas le sorprendió de manera que casi se cae al suelo.
-¿quién eres tú?
-soy el fantasma de las Navidades presentes.
-y tú que ¿también me vas a llevar a la verbena de San Juan?
-no, te voy a llevar a ver a la familia de tu empleado Juan
-¡no me jodas! ¿Y qué quieres que vea yo ahí? –dijo el señor Climent mientras desaparecían entre brumas.
Juan estaba en la cocina cortando el salmón en perfectas tiras que iba poniendo delicadamente en unas bandejas de color plata. Todo ya estaba preparado, la mesa estaba colocada de manera que solo faltaban las bandejas de salmón. María y su hijo José esperaban a que Juan trajera las bandejas para empezar a cenar. No era un banquete, pero no estaba nada mal para el sueldo que Juan tenia. María había llenado las copas de champan, incluso le había puesto un dedo a José. A sus 11 años, José había pasado más de la mitad de su vida en tratamiento. El cáncer no se daba por vencido, pero José tampoco.
-no sé porque me enseñas esto, no me interesa en absoluto lo que mis empleados hagan en su casa, y menos un día como hoy.
-tienes que darte cuenta que no todos han tenido la suerte que tú has tenido…
-yo no he tenido suerte, yo me he labrado mi futuro, nadie ha hecho nada por mí, ¡malditos comunistas!
-vaya mierda de misión me han encargado, dijo el fantasma mientras ambos desaparecían…
El señor Climent volvía a estar en su cocina. Cada vez estaba más acostumbrado a los fantasmas y ya nada le sorprendía. Regreso a habitación y se encontró con una figura vestida de negro que parecía llevar un casco enorme.
-he venido a llevarte a ver las Navidades del Fut…
- …uro – dijo el señor Climent acabando la frase que había iniciado el fantasma- venga déjate de ostias y enséñame lo quieras que vea, que ya me estáis empezando a hartar.
-nos vamos al 24 de diciembre de 2019 – dijo el fantasma mientras desaparecían los dos.
Las galería Encants Nous siempre habían sido una zona comercial muy visitada por los vecinos del barrio del Clot y del Eixample de Barcelona. En los últimos años estaban un poco de capa caída, habían cerrado muchas tiendas, aunque últimamente habían abierto varias tiendas de juguetes de colección. Ese 24 de diciembre las galerías estaban concurridísimas, una infinidad de compradores venidos de todas las partes se daban cita allí para comprar la última figura que había salido del “Baby Yoda” o los últimos modelos a escala que había salido del Ferrari Testarrosa.
El señor Climent y el fantasma se acercaron a oír una conversación entre un vendedor y su cliente.
-no sé qué hacemos aquí, estas tiendas de muñequitos me parecen una cutrada.
-hemos venido para que veas tu legado
-¿qué legado, ni que mierda? Aquí no venden ningún juguete de los que hice yo.
-Eso es lo quería que vieras
-¿No hay nada hecho por Clipusa?
-nada, no lo consideran digno de coleccionar.
-pues vaya mierda de sitio. Pero no te creas que tampoco me importe mucho.
Fue entonces, cuando estaban a punto de desaparecer, cuando el señor Climent se fijó en la conversación que el vendedor estaba teniendo.
-pues si tío, he vendido unas figura de Star Wars de las que fabricó PBP por más de 4000 euros.
-¿de esas de se fabricaron en Hostalric?
-sí, de esas, estaba impecable y un coleccionista me la ha comprado. Ojala pudiera conseguir más figuras como esa, vendidas poco a poco, me podría hacer de oro.
La cara del señor Climent le cambió por completo. Eso sí que le había impresionado.
Las dos figuras se desvanecieron y el señor Climent apareció sentado en su sofá con la tele aún abierta. La figura de doña Mercedes se apareció en la pequeña pantalla.
-entonces que, Climent ¿has aprendido algo hoy?
-¡cállate pesada! Dijo el señor Climent levantándose y apagando el televisor. Descolgó el teléfono y marco unos número. Al cabo de unos segundos una voz sonó al otro lado.
-¿diga?
-Juan, soy el señor Puges. Ya sé que son las cuatro de la mañana. Pero quiero que llames inmediatamente a los americanos y que les digas que sí que queremos el contrato para fabricar los muñecos de la película esa. Sé que los entrometidos de PBP también quieren el contrato y quiero quitárselos. También quiero que una vez fabricado, me prepares 50 unidades de cada figura y me las guarde en cajas para transportarlas a un lugar seguro que yo cuidare de ellas….

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