Jack Finney en 1955 ya lo
había dicho. Don Siegel, Philip Kaufman, Abel Ferrara y Oliver Hirschbiegel nos
lo pusieron en la pantalla. Incluso Marc Pastor y Carlos Martin Ferrera nos lo
explicaron.
Nadie les hizo caso. El
fin del mundo estaba por llegar, y llegaría desde el espacio exterior. Nos
invaden. Nos sustituyen por replicas y ni nos enteramos. No nos lo han puesto
fácil. Hoy en día hay tanto tarado que no podemos sospechar si son extraterrestres
o si son gente normal que vive entre nosotros.
En 1914 las tropas
australiana que vinieron a luchar en la Primera Guerra Mundial, trajeron en sus
botas las esporas de Clathrus Archeri. El Stinkhorn, como ellos lo conocían, se
ha ido distribuyendo por todo el planeta. Ahora, mucho tiempo más tarde,
sabemos que Los Dedos del Diablo no son un hongo, es una especie extraterrestre
que clona a los seres humanos de manera que estos clones puedan planear la
entrada en la tierra de los verdaderos extraterrestres.
Durante muchos años los
hemos visto pero no les hemos tenido miedo. Pensábamos que solo eran una seta
pestilente con forma de pulpo, que no teníamos nada que temer. Ahora ya sabemos
que muchos de nuestros vecinos no son los originales. Sus copias se han deshecho
de sus cuerpos y nos están exterminando poco a poco.
Solo nos queda la lucha.
Luchar por saber si ese vecino que antes era un poco idiota y ahora va
pregonando que ha votado a Vox, es una copia o es el real. Esa presentadora de
televisión es una copia, o siempre ha sido medio retrasada?. Nuestros vecinos,
esos con los que compartimos vagón en el metro, esos que se suben al vagón sin
dejar que nos bajemos o esos que van hablando con el manos libres como si a
nosotros nos importara una mierda lo que están diciendo. Todos esos pueden
ser copias y creo que tenemos todo el
derecho del mundo a exterminarlos.
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