El señor
Climent Puges fundó su fábrica de juguetes en 1942. Podría parecer que los
primero años fueron duros, pero nada más lejos de la realidad. El señor Puges
participó en la batalla del Ebro dirigiendo la 82 división del ejército del
Maestrazgo del lado nacional. Era conocido como “El Perfecto”, todas sus
acciones se saldaban con éxito. Tomaba todas las posiciones con el mínimo de
bajas, ni en su escuadra ni en los enemigos, a los cuales siempre trataba con
respeto. El nunca fusiló a nadie, aunque todos eran conscientes que casi
ninguno de los soldados del bando republicano que él capturaba, duraban más de
dos días vivos.
Sus acciones
en la guerra le supusieron, además de varias medallas, que los altos mandos
nacionales le tuvieran mucha estima, por lo que cuando solicitó un préstamo al
Banco de Santander para montar su fábrica en Hostalric (Girona), no solo le dieron el dinero que necesitó, sino
que el alcalde de Barcelona, Miquel Mateu le facilitó todos los líos burocráticos
que se pudiera encontrar.
El día 14 de
Mayo de 1947, se inauguró la fábrica con una fiesta por todo lo alto. Todas las
autoridades locales asistieron, el alcalde Mateu hizo un gran discurso y,
aunque fuera solo por un día, Barcelona dejó de ser la ciudad gris que era.
El negocio
juguetero empezó a funcionar muy bien. Los duros años cuarenta y cincuenta no
lo fueron tanto para la las empresas adictas al régimen. Clipusa (como llamó él
a la empresa) funcionó como un tiro desde el primer momento. Se especializaron
en juguetes de metal de los que en la época eran para niñas, cocinitas,
utensilios de cocina y todo lo que una niña de la alta sociedad española
pudiera desear. También tenía una sección dedicada a la los trenes, pero no fue
hasta los años cincuenta que, a imitación de otras empresas alemanas,
multiplicaron por diez la oferta. Siempre tenían el mejor stand en la feria del
juguete de Valencia. Los mejores ingenieros del sector eran los únicos que el señor Climent contrataba. A mediados
de los años sesenta fueron los primeros en el país en empezar a trabajar con el
plástico, tanto en muñecas como en figuras de acción, los famosos “muñecos para
niños”.
Su vida
personal estuvo marcada por el fallecimiento de su joven esposa a los dos años
de su matrimonio. Se casaron en 1950 en Santa María del Mar y en 1952, ni los
mejores médicos de la ciudad pudieron salvar a Doña Mercedes del cáncer de
estómago que padecía. Don Climent de quedó viudo con 52 años y dedicó su vida
exclusivamente a su empresa.
El 24 de
diciembre de 1980, don Ciment estaba trabajando en su oficina cuando el
encargado de la planta golpeo con sus nudillos la puerta de acceso a su
oficina.
-señor
Climent, ¿puedo pasar?
-adelante,
Juan, pasa cierra la puerta.
-antes de
irme a casa debería confirmarme si firmamos el contrato con los americanos.
-¿ya te vas
a casa?
-sí, esta
noche es nochebuena y tengo que ayudar a hacer la cena.
-¿pero si tu
horario no acaba hasta dentro de 2 horas?, además ¿no tienes a tu mujer en casa
para que te haga la cena?
-pero ella
tiene mucho trabajo con mi hijo, ya sabe que a Juanito le están dando
quimioterapia y no está muy bien
-tu sigue
así, y veras como tu mujer te controla hasta el dinero. Te tengo dicho que las
mujeres lo que deben hacer es cuidar de su marido, y tú no puedes dejar tu
trabajo para ir a hacer la cena, ¡queréis ser modernos y lo que sois es
gilipollas!
-venga señor
Climent, ¡que mañana es Navidad!
-Navidad,
Navidad, no ganamos la guerra para acabar así…
-¿y qué me
dice del contrato de Kenner Parker?
-¡pues que
le van a dar por culo a esos putos yanquis! ¿Se creen que pueden venir aquí a
decirnos lo que se puede y no se puede hacer?
-¡pero el
contrato nos garantizaría la fabricación y la distribución de figuras de La
Guerra de las Galaxias por toda España, e incluso Hispanoamérica!
-No lo tengo
claro, mañana lo decidimos
-pero,
mañana es Navidad y la fábrica estará cerrada.
-pues pasado
mañana
-Es Sant
Esteve, también es fiesta.
-anda
lárgate ya a tu casa a hacerle la cena a tu mujercita…
El señor
Climent se quedó solo en su oficina pensando que, después de tantos años de
trabajo, lo único que le satisfacía era, seguir trabajando.
Unas horas
después, se despedía del vigilante de noche de camino a su apartamento de la
Diagonal de Barcelona.
Abrió la
puerta del loft de 250 m2, se cambió de ropa y se dispuso a ver la
tele.
-a ver si
hacen alguna peli buena –pensó el señor Climent- sentándose en su cómodo sofá Mirage
que había comprado hace unos años.
En la tele
solo hacían especiales de navidad o documentales de historia. La televisión de
1980 no ofrecía mucho más, por lo que a los treinta minutos de sentarse el
señor Climent se durmió.
-¡eh tú!
¡Despierta!.
-¡que te
despiertes he dicho!
El señor
Climent se despertó con un gran sobresalto. Se frotó los ojos, pues no podía
creer lo que estaba viendo en la tele. Su mujer Mercedes le miraba con mucha
atención. Era ella la que le había despertado.
-ya era
hora. Llevo cinco minutos llamándote.
-¿quién
eres? ¿Qué haces en la tele?
-ya sabes
quién soy. Soy tu mujer. Estoy aquí para contarte algo.
-no puede
ser, ¿estoy soñando?
-no estas
soñando, he venido aquí a prevenirte que tres fantasmas están a punto de venir
a visitarte. Cada uno te va a enseñar algo que necesitas ver. Algo que te
mereces ver.
-no entiendo
nada de lo que dices.
-Ya lo
entenderás, ya lo entenderás –dijo Mercedes mientras se fundía con la estática
del televisor.
El señor
Climent, no podía creer lo que había pasado. Algo le habría sentado mal, quizás
era la falta de sueño, trabajaba demasiado y a su edad era normal tener
alucinaciones. Eso pensó él.
Se fue a la
cama donde se dispuso a dormir.
Era justo
medianoche cuando la ventana de su habitación se abrió de golpe y un aire frio
inundó la sala. El señor Climent se despertó de golpe. La imagen de un
personaje vestido de gris le sorprendió y asustó en la misma medida.
-buenas
noches
-¿Quién
eres?
-ya te lo
dijo Mercedes. Soy el fantasma de las navidades pasadas. Y he venido a
recordarte lo que parece tu que has olvidado.
-¿Qué dices?
¿Qué me vas a enseñar?
-¡tú
sígueme!
-¿a dónde me
llevas? –dijo el señor Climent mientras los dos desaparecían como por arte de
magia.
Los cuatro
soldados estaban metidos dentro de una trinchera esperando a ver si se oía
algún sonido del enemigo, que esperaba a apenas 150 metros. Era la noche de San
Juan, pero allí en esa trinchera a nadie le parecía importar. El entonces
Capitán Pugés estaba decidido a llegar a Corbera de Ebro esa misma noche. Unos
cuantos soldados republicanos no se lo iban a impedir. Él solo iba a ganar la
guerra si hacía falta. Había acabado en ese agujero junto con otros alféreces
cuando se dirigían al puesto de mando y un obús había acabado con su vehículo.
-un momento,
yo recuerdo esto –el señor Climent le dijo a su fantasma.
-ese eres tú
en 1938.
-¡coño!,
¡qué joven era! Pero esto no es Navidad, ese día hacía mucho calor, no podía
ser Navidad.
-era el día
de San Juan.
-¿pero tú no
eres el fantasma de la navidad? ¡Vaya puta mierda de Fantasma!
-eso es lo
de menos, quiero enseñarte lo que hiciste en la guerra, y en Navidad no hiciste
nada. Ni siquiera estuviste en la batalla del Ebro en Navidad.
-y ¿que hice
ese día para que sea tan memorable?
-tu observa.
El capitán
Pugés les ordenó a todos que se quedaran en la trinchera mientras él salía a
investigar por los alrededores. Nadie le rechistó, a “El Perfecto” nadie le
rechistaba.
Se apartó
unos metros, y cuando ya nadie le podía ver ni oír, se bajó los pantalones y defecó
todo lo que había estado aguantando. Una descomposición estomacal le perseguía
desde hace varios días, pero nadie podía saberlo. Él era el perfecto. Minutos
después, volvió a la trinchera y lo que se encontró allí fue impresionante. Un
obús había caído en plena trinchera y había matado a los tres alféreces de
golpe. No pareció importarle mucho.
-ya no me
acordaba de eso, mataron a los tres mientras yo estaba cagando. ¡Que
gilipollas!
-¿eso es lo
que sigues pensando? –Le dijo el espectro-
-bueno, no
los conocía de nada
-veo que no
te conmueve mucho…
-pues que
quieres que te diga. La guerra fue un espanto, pero no fue culpa mía. Yo solo
seguía órdenes…
Climent
Pugés se despertó en su cama en la misma posición que se había dormido. Ya no
sabía si era todo una pesadilla, o si era algo que de verdad estaba pasando. Se
levantó, y se dirigió a la cocina. Al abrir la nevera, un personaje verde de
orejas puntiagudas le sorprendió de manera que casi se cae al suelo.
-¿quién eres
tú?
-soy el
fantasma de las Navidades presentes.
-y tú que ¿también me vas a llevar a la
verbena de San Juan?
-no, te voy
a llevar a ver a la familia de tu empleado Juan
-¡no me
jodas! ¿Y qué quieres que vea yo ahí? –dijo el señor Climent mientras desaparecían
entre brumas.
Juan estaba
en la cocina cortando el salmón en perfectas tiras que iba poniendo
delicadamente en unas bandejas de color plata. Todo ya estaba preparado, la
mesa estaba colocada de manera que solo faltaban las bandejas de salmón. María
y su hijo José esperaban a que Juan trajera las bandejas para empezar a cenar. No
era un banquete, pero no estaba nada mal para el sueldo que Juan tenia. María había
llenado las copas de champan, incluso le había puesto un dedo a José. A sus 11
años, José había pasado más de la mitad de su vida en tratamiento. El cáncer no
se daba por vencido, pero José tampoco.
-no sé porque
me enseñas esto, no me interesa en absoluto lo que mis empleados hagan en su
casa, y menos un día como hoy.
-tienes que
darte cuenta que no todos han tenido la suerte que tú has tenido…
-yo no he
tenido suerte, yo me he labrado mi futuro, nadie ha hecho nada por mí, ¡malditos
comunistas!
-vaya mierda
de misión me han encargado, dijo el fantasma mientras ambos desaparecían…
El señor
Climent volvía a estar en su cocina. Cada vez estaba más acostumbrado a los
fantasmas y ya nada le sorprendía. Regreso a habitación y se encontró con una
figura vestida de negro que parecía llevar un casco enorme.
-he venido a
llevarte a ver las Navidades del Fut…
- …uro –
dijo el señor Climent acabando la frase que había iniciado el fantasma- venga déjate
de ostias y enséñame lo quieras que vea, que ya me estáis empezando a hartar.
-nos vamos
al 24 de diciembre de 2019 – dijo el fantasma mientras desaparecían los dos.
Las galería Encants
Nous siempre habían sido una zona comercial muy visitada por los vecinos del
barrio del Clot y del Eixample de Barcelona. En los últimos años estaban un
poco de capa caída, habían cerrado muchas tiendas, aunque últimamente habían
abierto varias tiendas de juguetes de colección. Ese 24 de diciembre las galerías
estaban concurridísimas, una infinidad de compradores venidos de todas las
partes se daban cita allí para comprar la última figura que había salido del “Baby
Yoda” o los últimos modelos a escala que había salido del Ferrari Testarrosa.
El señor
Climent y el fantasma se acercaron a oír una conversación entre un vendedor y
su cliente.
-no sé qué
hacemos aquí, estas tiendas de muñequitos me parecen una cutrada.
-hemos
venido para que veas tu legado
-¿qué
legado, ni que mierda? Aquí no venden ningún juguete de los que hice yo.
-Eso es lo quería
que vieras
-¿No hay
nada hecho por Clipusa?
-nada, no lo
consideran digno de coleccionar.
-pues vaya
mierda de sitio. Pero no te creas que tampoco me importe mucho.
Fue entonces,
cuando estaban a punto de desaparecer, cuando el señor Climent se fijó en la
conversación que el vendedor estaba teniendo.
-pues si tío,
he vendido unas figura de Star Wars de las que fabricó PBP por más de 4000
euros.
-¿de esas de
se fabricaron en Hostalric?
-sí, de
esas, estaba impecable y un coleccionista me la ha comprado. Ojala pudiera
conseguir más figuras como esa, vendidas poco a poco, me podría hacer de oro.
La cara del
señor Climent le cambió por completo. Eso sí que le había impresionado.
Las dos
figuras se desvanecieron y el señor Climent apareció sentado en su sofá con la
tele aún abierta. La figura de doña Mercedes se apareció en la pequeña
pantalla.
-entonces
que, Climent ¿has aprendido algo hoy?
-¡cállate
pesada! Dijo el señor Climent levantándose y apagando el televisor. Descolgó el
teléfono y marco unos número. Al cabo de unos segundos una voz sonó al otro
lado.
-¿diga?
-Juan, soy
el señor Puges. Ya sé que son las cuatro de la mañana. Pero quiero que llames
inmediatamente a los americanos y que les digas que sí que queremos el contrato para fabricar los muñecos de la película
esa. Sé que los entrometidos de PBP también quieren el contrato y quiero quitárselos.
También quiero que una vez fabricado, me prepares 50 unidades de cada figura y
me las guarde en cajas para transportarlas a un lugar seguro que yo cuidare de
ellas….