Dades personals

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dimecres, 11 de març del 2020

Compradora compulsiva


Maria Albadalejo era una buscavidas. No había trabajado nunca el su vida más de tres meses en el mismo sitio. Camarera, repartidora, cuidadora de ancianos, limpiadora… había hecho de todo en su vida. Últimamente no trabajaba, ya que a sus 57 años había conseguido una paga por invalidez. No era mucho dinero, pero le servía para ir tirando. Dedicaba las tardes a dar vueltas por los centros comerciales. No es que robara, pero siempre estaba atenta a posibles despistes de los compradores compulsivos que gastaban un dinero que ella no tenía. Bueno, sí que robaba. Todo lo que podía, ropa, comida, colonias, hasta juguetes. Siempre había alguien dispuesto a pagar por lo que ella, tan inteligentemente, conseguía.

A Joana y a Carlota les encantaba ir de compras. Era su pasión. Los centros comerciales eran su segunda casa, L’Illa, Diagonal Mar, La Maquinista, Glòries… los de Barcelona eran sus preferidos. Una tarde de compras y un bocadillo en el Viena eran su rutina favorita. Últimamente habían descubierto que fuera de Barcelona había otros centros que también estaban muy bien. Habían descubierto Barnasud de Gava, el Vilamarina en Viladecans,… y el Splau en Cornellá. Este era su favorito. Habían descubierto que podían llegar allí en coche sin ningún problema. El parking era gratis y estaban todas las tiendas que a ellas les gustaban.
La tarde del martes diez de marzo la pasaron comprando y mirando escaparates. El hecho de que se estuviera propagando el virus COVID -19 (Coronavirus) hacia que hubiera menos gente de lo habitual, lo que hacía mucho más fácil el pasear y mirar tiendas. Compraron un montón de cosas, en el H&M, en el Bershka, y en otras tiendas que no eran de grandes cadenas. Estuvieron en La Casa del Libro mirando libros de autoayuda. Incluso Carlota se compro un libro de cuentos de Jorge Bucay.
Pasaron una tarde muy agradable, y a las siete decidieron que ya era hora irse para casa.
Bajaron hasta el segundo subterráneo y, después de dar unas cuantas vueltas, encontraron el Jeep Gran Cherokee del padre de Joana que usaban cuando salían de la ciudad. Dejaron todas las compras en los asientos de atrás, y se dispusieron a salir de allí. El coche arrancó a la primera, pero empezó a hacer unos ruidos extraños y de repente les vino un olor pestilente a carne quemada. Joana apagó el motor.
-¿que ha sido ese ruido?
-Ni idea. Pero ese ruido no es normal.
-abre el capó del motor –dijo Carlota.
-no tengo ni puta idea de cómo se abre.
-ahí abajo, a la izquierda hay una palanca roja, tira de ella.
Joana y Carlota se bajaron del coche y fueron a la parte delantera del coche. Carlota levantó la tapa. Las dos gritaron horrorizadas.


Maria había ido al Splau porque le habían dicho que, pese al Coronavirus, había mucha gente. Era cierto, había más gente que en otro sitios, pero no la suficiente como para poder esconderse entre la multitud cuando tuviera problemas. Dio varias vueltas observando a la gente, buscando posibles víctimas. Se fijó en dos chicas muy monas. Las dos iban con pantalones elásticos de color negro brillante. Las dos llevaban caros zapatos de tacón y chaquetas de marca. Las dos iban cargadas de bolsas. Las fue siguiendo hasta que entraron a La Casa Del Libro. Se sentó en los sofás que hay justo delante de la entrada. Al cabo de un rato salieron con otra bolsa más. Para desgracia de María, las dos bajaron por la rampa mecánica. Las siguió hasta el parking y allí vio como se subían en su coche. Allí ya no podía hacer nada. Se dio media vuelta y subió a la primera planta del centro comercial. Después de 10 minutos se dio por vencida. Ese día no iba a poder llevarse nada. Estaba saliendo a la calle por la puerta que hay junto al Mercadona, cuando volvió a ver a las dos chicas. Esta vez llevaban solo una bolsa. Era una bolsa de la tienda Desigual. Sin dudarlo ni un segundo se acercó rápidamente y le quitó de las manos la bolsa a la chica más alta. Salió corriendo por el acceso junto al restaurante José Tomas, que en ese momento estaba vacío. Extrañamente ninguna de las dos salió corriendo detrás de ella.


Carlota y Joana vieron horrorizadas el interior del motor del Jeep Cherokee. Un gatito estaba atrapado en la correa del ventilador del coche. Al arrancar el motor, lo habían decapitado.
Carlota estaba paralizada, pero Joana actuó rápidamente. Entró en el coche y sacó la bolsa de Desigual que previamente había vaciado. Le dio la vuelta y con mano metida dentro fue recogiendo los restos del gatito. Una vez guardados todos los restos dentro de la bolsa le dijo a Carlota que tenían que tirar la bolsa en la basura e informa al centro comercial que había gatos en el parking. Volvieron a subir a la primera planta y fue allí donde una loca, aparecida de la nada, le arrancó la bolsa de la mano a Joana. Como vieron que no podían hacer nada, volvieron al bajar al parking, se subieron al coche y se fueron del centro comercial.
Al salir a la calle vieron muchas luces de policía y ambulancias. Al llegar a la altura del incidente vieron a una mujer muy parecida a la que les había robado la bolsa de Desigual tumbada en una camilla.
-un ataque al corazón –oyeron que una mujer gritaba.
Vieron como subían a María a una ambulancia, mientras lo hacían, un camillero le estaba poniendo la bolsa de Desigual bien colocada entre los brazos.



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