Dades personals

No te creas nada de lo que leas, y mucho menos de lo que no leas aquí.

dijous, 7 de maig del 2020

El secreto mejor guardado de Barcelona.


Xavier Perelló vivía solo en un Apartamento de 25 metros cuadrados. Cada día, después del aplauso a los sanitarios, salía a la calle arriesgándose a que le pusieran una multa. Su obsesión por las aceras de Barcelona le había llevado a contar los panots de las calles del Eixample barcelonés. Últimamente estaba comprometido en la búsqueda de uno de los secretos mejor guardados de la ciudad de Barcelona.
                Su vida como cartero le había acostumbrado a caminar por las calles de Barcelona como solo un experto podía hacer. Se conocía todos los rincones de la ciudad, sabía dónde comer unos buenos caracoles con tomate a las diez de la mañana o donde comprar tinta para la impresora a cualquier hora del día. Cada cierto tiempo cambiaba de ruta de reparto y así podía conocer todos los barrios y los distritos de Barcelona.
                Pero la pandemia había acabado con todo. Le habían despedido. Él creía que era por la disminución de trabajo, pero realmente era por su ineptitud. En todas las rutas que hacia había quejas. Siempre traspapelaba paquetes o daba avisos de hacienda a las personas equivocadas. Su jefe le había echado el día 13 de marzo, un día antes del inicio del confinamiento.
                Xavier se había parapetado en casa a la espera del fin del mundo. Su pisito del Pasaje Centelles de Barcelona se había convertido en un verdadero estercolero a partir de la segunda semana de reclusión. Salía alguna mañana a buscar comida, pero únicamente compraba patatas fritas y pipas. Esa era su única dieta. Había visto todas las series posibles en Netflix. Aunque no había entendido ninguna.
                El jueves 23 de abril no pudo soportarlo más y decidió salir a la calle a acabar su experimento. Empezó contando los panots del suelo de las aceras para ver si era verdad lo que había leído en un blog acerca de una misteriosa entrada a otra dimensión. Empezó a apuntarlo todo en una pequeña libreta moleskine. Lo hacía a partir de las ocho de la tarde con la esperanza de que la policía no le parase y le multase. La excusa de ir a comprar era buena, pero nunca sabia como podría justificar una salida a esas horas para comprar el pan.
                Los números 27, 69 y 72 se repetían constantemente, pero no podía encontrar la posición exacta de los panots diferentes que le llevarían al código numérico que le abriría la puerta.
                La puerta la encontró de casualidad. Se había desplazado hasta la plaza España caminando, y había subido alguna de las escaleras que llevaban a las fuentes de Montjuic, ahora cerradas. Había investigado todas las puertas de los pabellones de la Exposición Universal de 1929 que aún quedaban y, finalmente la había encontrado. En 1923 habían finalizado la construcción del palacio Victoria Eugenia. Diseñado por el arquitecto Puig i Cadafalch, el pabellón se decoró inspirándose en el barroco catalán, y en las columnas de la puerta que daba a la plaza Puich i Cadafalch Xavier encontró la puerta que estaba buscando.
Intentó aplicar todos los datos que había recogido de las aceras de Barcelona, pero nada había funcionado. Los números se repetían, pero no había podido localizar ningún resorte que le permitiera entrar a una nueva dimensión, tal y como había leído que se podía hacer. Ya estaba por desistir cuando un coche de la Guardia Urbana de Barcelona apareció de la nada.
-          ¿qué?, ¿buscando a Pilar Rahola?
-          ¿Perdón?
-          ¿Eres otro chiflado que está buscando una puerta a otra dimensión? –dijo la mujer policía desde el interior de su vehículo.
-          No sé de qué me hablas.
-          No te hagas el tonto, -dijo Marisa mientras salía del coche.
-          ¿pero qué dices?
-          No eres el primero que pillamos en plena cuarentena buscando accesos al más allá
-          Solo estoy dando un paseo.
-          Pues te voy a tener que multar, ya que eso está prohibido.
-          ¡Venga mujer! No estoy haciendo nada malo.
-          Reconoce lo que estás buscando y no te multaré
-          Es que vi una cosa en internet, y estoy intentando averiguar si es cierto.
-          Pues que sepas que no eres el primero, ya hemos visto a unos cuantos.
-          Y ¿alguien ha encontrado algo?
-          No seas flipado, no hay nada que encontrar.
-          Yo estoy seguro que lo tengo, pero no encuentro el acceso, mira, lo tengo todo apuntado aquí – dijo mientras le enseñaba la Moleskine.
-          A ver, déjame esa libreta
Marisa miró la libreta página a página mientras Xavier se apoyaba en una de las columnas de la puerta al palacio.
De repente, la columna empezó a girar sobre sí misma. Los dos se quedaron mirando estupefactos. Poco a poco empezó a girar la columna de al lado. Al rato lo empezaron a hacer todas. En el centro de la puerta, empezó a crecer una luz de color azul. La luz fue abriéndose hasta que dejó un espacio suficiente para dejar pasar a una persona. Xavier no lo dudó ni un segundo y se abalanzó al interior de la puerta. De repente la luz desapareció y las columnas dejaron de girar.
Marisa cerró la libreta y se la guardó en el bolsillo. Mientras se subía al coche dijo en voz alta.
-          Otro que se queda en el otro lado.

Cap comentari:

Publica un comentari a l'entrada