Todos
mis amigos fueron llegando, el Toni, el Josep y la Penélope. Como siempre la
conversación rondaba alrededor de los problemas del instituto, del partido de
rugby jugado el día anterior y de la Nuri, la nueva novia del Josep, que seguía
diciendo que no era su novia aunque llevara el cuello lleno de marcas moradas.
Entre
unas cosas y otras, se hicieron la ocho y aun no habíamos decidido que película
íbamos a ver. Penélope se había encoñado en ver la nueva película de la
Roberts, pero la mirada de asesinos del resto del grupo la sedujo a cambiar de
idea. Como no nos aclarábamos decidimos ir a los multicines Van Dame
donde allí podríamos elegir tranquilamente. Al llegar vimos que además de la última
película de la Roberts hacían "Las perversiones sexuales de una niña
adelantada" de J.L.Garci, "Ella tuvo la culpa" de J. McEnroe y
La nueva película de Joselito, realizada enteramente gracias a la realidad
virtual, que se titulaba "La venganza de Joselito".
Por
aquello de la tecnología nos decidimos por esta última. Después de hacer cola
para comprar las entradas nos dirigimos la hamburguesería de la esquina ya que
la película no empezaba hasta las diez y media. La hamburguesería solo llevaba
abierta un mes, era una nueva cadena que se estaba extendiendo por todo el país
y que su público era mayoritariamente la juventud, de hecho su eslogan era
repetido una y otra vez por todas las cadenas de televisión, por la emisoras de
radio y por todos los carteles de las ciudades más grandes de 10.000
habitantes:
PUS & BURGUER, Las Hamburguesas de la Juventud,
por eso tienen ACNÉ. La campaña había sido un
gran éxito, sobretodo porque era verdad, las hamburguesas que allí vendían
tenían bolitas de queso que, repartidas por toda la carne, parecían granos de
pus. Fue una apuesta fuerte pero triunfaron gracias a que la juventud actual
tenía el coeficiente intelectual por debajo de la media y no hubo ningún reparo
a la hora de comerse unas hamburguesas con pinta de niñato con granos de pus.
Después
de comprar la comida nos sentamos en la mesa más cercana a la puerta para poder
ver a las tías que por allí pasaban. La hamburguesa de aquel día estaba
realmente asquerosa y grasienta y no pude terminármela así que se la di a
Penélope, que la tragó de dos bocados. Pese a lo que pudiera parecer la Penélope
tenía una figura casi perfecta y una cara con la que podría triunfar en el
mundo de la publicidad. Nadie sabía cómo era posible que, comiendo toda la
mierda que comía, se mantuviera con esa figura. Aunque realmente daba lo mismo
pues su forma de vestir andrógina y su descuidada limpieza hacía que pocas le
tuvieran envidia y pocos se la rifaran. Después de observar cómo se comió mi
hamburguesa, mis dudas sobre la calidad de la carne utilizada en ella fueron
incrementándose, desde que había visto el informe de la OMS en la tele diciendo
que uno de los países suministradores de carne a Pus & Burguer era Somalia,
cada vez que me encontraba un huesecillo en una se, me revolvía el estómago.
Mientras
ellos seguían comiendo, mi vista se fue perdiendo por el techo, mal pintado por
cierto, del local. Fue entonces cuando me di cuenta de la música que sonaba, el
pesado de Jim Morrison seguía sonando: "Let's swim out tonigth, love,
it's our turn to try, parked beside the ocean, on our moonlight drive..."
No, es que The Doors no me gustaran, pero desde que
una pandilla de desalmados profanara su tumba, se masturbaran con los restos de
carne que quedaban y se fumaran el cráneo después de triturarlo, en todas las
emisoras de radio y programas musicales solo sonaban ellos. De hecho era el
grupo más vendido del año ya me estaba empezando a cansar.
Intentando
no hacer mucho caso a la música mi vista se fue fijando en la decoración del
local. Las paredes estaban empapeladas con papel de periódico recortado y
pegado al azar y unos cuantos cuadros colgaban de las paredes más grandes.
Entre ellos me pareció distinguir uno que representaba claramente una lata de
sopa Cambell's de Andy Warhol, lo único extraño era que en vez de poner el tipo
de sopa que era, ponía Pus & Burguer. Este era el único cuadro que podía
identificar, el resto eran unos cuadros muy extraños. La verdad es que si
conocía a Warhol era por la envidia que le tenía por ser un personaje que había
pasado de la nada, a vivir en la riqueza, y además disfrutarlo. El cuadro que estaba
inmediatamente a continuación representaba una cara de una mujer dibujada con
trazo típico de cómic que tenía un letrero en forma de bocadillo que decía "M-MAYBE
HE BECAME ILL AND COULDN'T LEAVE THE STUDIO!". Era un tipo de arte que
no entendía y sobretodo el hecho de que la cara de la mujer estaba llena de
puntitos rojos me hizo pensar que tenía varicela y esos puntos eran el
"Acné de la juventud" del que hablaba el eslogan de la
hamburguesería. Al otro lado de la puerta de entrada había uno que a mí me
pareció de lo más maricón. Representaba a un tío duchándose agachado como
recogiendo el jabón mientras el agua le caía en la espalda de forma que parecía
que daba el culo al público. Todo me pareció tan fuera de lugar que me fijé en
el cartelito que indicaba el nombre: Man in Shower in Beverly Hills, 1964 de
DAVID HOCKNEY. Pues vaya con el tal Hockney, seguro que era un pedazo de
maricón. El resto de cuadros eran fotos en blanco y negro de tíos que parecían
sacados del baúl de los recuerdos. Debajo de cada foto ponía sus nombres:
ROBERT INDIANA, RICHARD HAMILTON, JASPER JOHNS, ROY LICHTENSTAIN, CLAES
OLDENBURG... Me dio la sensación de que eran pintores, porque detrás de ellos
se veían cuadros.
Take it easy, baby, take it as it come. Don't move too
fast if you want your love to last, you've been movin' much too fast...
El pesado del Morrison seguía dando la paliza y el
Josep inició su habitual charla-monólogo sobre la Nuri.
-Pues
no es que sea mi novia, ya que llevamos una relación muy espiritual...
-¿Ya
te la has jodido? -preguntó la tierna y sensible Penélope.
-¡Tía,
tú tienes un problema muy gordo y creo que te lo voy a solucionar de una buena ostia!
-gritó el Josep de forma que todo el bar se enteró de su pequeña discusión.
-Bueno
so gilipollas, callaros de una puta vez, que parecéis tontos del culo, con todo
el tiempo que os conocéis y aun discutís por cualquier tontería.
-Es
esta idiota que no deja de meterse conmigo por la envidia que tiene de que me
lleve bien con una persona de su mismo sexo.
-No
digas tonterías, que la tonta de la Nuri me parece que no debe de tener ni
sexo.
-Callaros
ya que no hay quien os aguante -ese era yo que intervine para finalizar la
discusión.
En
ese preciso momento entraron en la hamburguesería un grupo de tías que todos
conocíamos. Eran las tontas del COU que, aunque su coeficiente intelectual no
fuera muy alto, tenían un gran atractivo, sobre todo por las tetas y los
cuerpazos que gastaban. Nuestra pequeña discusión se detuvo al instante, ya que
estas tías eran algo digno de observar. Ellas, como es normal, ni se fijaron en
nosotros, y es que cuando unas chicas como estas llegan a COU ya se creen con
derecho a no mirar a la cara ni a los de tercero. Si hubiéramos sido los
pringados del fútbol o del baloncesto, quizás nos habrían sonreído, pero a unos
matados que practican un deporte que no conoce nadie no merecía la pena ni
olerles. En el instituto las jerarquías estaban muy marcadas, los chicos se
regían según sus deportes, siendo el fútbol el escalafón más alto a la hora de
conseguir las mejores tías y el voleibol el más bajo, muy cerca del rugby. Las
tías en cambio se regían según calidad y cantidad física, es decir, según lo
buenas que estaban iban con un grupo u otro. Había algún grupo femenino formado
por deportista, como las del atletismo o de esgrima, pero aquí lo que abundaban
eran las marimachos y las lesbianas declaradas. Nosotros, al pertenecer al
equipo de rugby, no pintábamos nada en el instituto. De vez en cuando alguna
tonta se asombraba del deporte que practicábamos y alguno llegaba a comer algo,
pero lo lógico era que si alguien conseguía alguna mujer fuera lejos del
instituto.
La
subida de adrenalina que nos produjo la minifalda que llevaba la morena del
grupo, fue de las hacen época. Era la tonta de la Anabel. Era el cuerpo con más
admiradores del instituto y el cerebro con menos materia gris de la comarca.
Siempre salía con chicos mayores, normalmente universitarios, aunque en este
caso iba acompañada de sus amigas. Todo el bar, sobretodo la sección masculina,
se entretuvo en admirar ese maravilloso cuerpo; ahora que lo pienso creo que su
culo era la imagen más observada de la zona, a excepción de las ruinas de la
Sagrada Familia, of course.
La
conversación volvió a ser trivial y yo volví a encerrar mis pensamientos en el
techo mal pintado. Sobre todo, pensaba, en lo que había hecho de con vida.
Nada. No había hecho nada, seguía viviendo con y de mis padres,
estaba estudiando no se para qué y aún no había tenido una relación con alguna
chica de forma normal. Todo habían sido noches locas, normalmente bañadas de
alcohol y drogas, por lo que al día siguiente nunca me acordaba de nada, y aun
me seguía considerando virgen.
De
repente mis pensamientos se interrumpieron ya que Toni recordó que solo
faltaban 15 minutos para que empezara la película. Al salir nos cruzamos con el
grupo de Anabel, a la que oímos comentar que también iban al cine a ver la
película de Joselito.
Nos
dirigimos hacia el cine, en el que había una cola histórica que nosotros no
hicimos por tener ya la entrada.
Todavía no habían apagado las luces, por lo que
pudimos escoger sitio sin problemas. Aun le dio tiempo al Toni a ir a pillar
unas palomitas. Cuando regresaba con una caja inmensa, se tropezó con Amabel,
que estaba saliendo al pasillo desde la fila superior a la que nosotros nos
encontrábamos. Solo se le cayeron unas pocas, pero estas fueron a parar al
interior del tremendo escote de la morena que, en contra de lo que todos
podíamos pensar, no gritó ni hizo ninguna escena, pues tras sacudirse las
palomitas y la sal aceptó las disculpas de Toni. Este se sentó a mi lado con la
cara todavía enrojecida. No nos dio tiempo a comentar el incidente, pues se
empezaron a apagar las luces. Como siempre antes de la película pasaban unos
anuncios y algunos tráiler de películas próximas a estrenarse. No les prestaba
mucha atención pues aún seguía entrando mucha gente que se ponían en medio de
la pantalla para quitarse las chaquetas. Hicieron algunos tráiler pero solo me
fije en uno. La película se titulaba "¡Pero mira que eres tonta!", y
según se podía entrever era la historia de una tía que estaba enamorada de un
pavo que la tenía totalmente sometida. Al principio solo le prohibía salir con
sus amigas, luego empezó a amenazarla y tras las amenazas llegaron las ostias,
y al final, tras la ruina económica del negocio de venta ilegal de armas de él,
ella tiene que prostituirse para poder mantenerle. Al final, y es que en estos
putos tráiler te lo cuentan todo, ella va a matarle, pero al final se
arrepiente y es el él que le pega un tiro. Cuando ella está a punto de morir,
sus últimas palabras son: "Te perdono por todo". Desde luego esa
película no la iba a ir a ver, paso de idiotas.
Ya
estaba empezando la película cuando noté que alguien desde el asiento de atrás
derramaba sobre mi colleja una gran cantidad de líquido, que por lo que podía
suponer, sería algún refresco. Me levanté rápidamente y allí estaba Anabel con
cara de susto y de miedo. Por un momento pensé en decirle todo lo que pensaba
de ella y de la gente como ella, pero recordé que hacía unos instantes ella no
había dicho nada ante el encontronazo con Toni, por lo que acepté sus disculpas
sin más.
Me levanté,
y me fui al lavabo para intentar secarme un poco. La camiseta de los All Black
que llevaba puesta estaba empapada, pero al ser de color negro, tampoco se veía
muy mal. Me seque como pude en la secadora de manos y volví al cine. La película
seguro que ya había empezado, pero daba igual. Al salir del lavabo y llegar al
bar, antes de llegar a la sala vi a Anabel. Me estaba esperando para pedirme
disculpas. Yo no me lo podía creer. Sabia de mi existencia.
- tienes que disculparme, te he tirado la Coca-Cola
por accidente.
- no pasa nada, como mi camiseta es negra, no se ve
muy sucia.
- Es muy chula esa camiseta de Nueva Zelanda.
¡Cómo! ¡Anabel sabía que llevaba una camiseta de los
All Blacks!, nunca hubiera imaginado que ella supiera eso.
-¿Te gusta? Me la regaló mi madre.
¿Pero por qué le decía yo eso?
-Ven, acércate –dijo ella.
Yo me acerque hacia ella, y fue entonces cuando ella
acerco sus labios a los míos y me dio un morreo de los que hacen época.
Rápidamente, noté una gran erección que, supongo,
ella también notó, por lo apretado que tenía su cuerpo al mío. Note sus curva apretándome
el pecho y mis manos no pudieron hacer otra cosa que palpar el mejor culo de la
comarca.
Era mi sueño hecho realidad. Todo era perfecto. Hasta
que dejó de serlo.
Note como cada vez me chupaba más fuerte la lengua y
como parecía que intentaba morderme.
La intenté apartar de mí, pero ella no se dejaba. Un
segundo intento fue más efectivo. De un empujón salió disparada para atrás y se
cayó de culo en la moqueta del bar del cine.
El espectáculo era alucinante. No sabía si mirarle
la entrepierna que había dejado a la vista, o mirarle los ojos. Los ojos verdes
que habían enamorado a todo un instituto, ahora estaban inyectados en sangre y
me miraban con lujuria. En el momento que se abalanzo sobre mí, solo tuve tiempo
de interponer mi codo con su cara, lo que hizo que se diera un golpe ella sola,
lo que la volvió a dejar en el suelo. Esta vez la minifalda se le había subido
del todo y dejaba a la vista de todo el mundo su hermoso pubis. Esta vez se había
quedado KO. El golpe en el pómulo derecho la había dejado sin conocimiento. Fue
cuando me agache para bajarle la falda y así tapar un poco sus intimidades,
cuando oí los gritos que venían desde dentro de la sala del cine.
Entré en ella y el espectáculo era dantesco. La película
había comenzado pero nadie le prestaba atención. La mitad de la gente estaba peleándose,
la otra mitad estaba, bueno, estaba practicando algo parecido al sexo, pero con
mucha más violencia de lo habitual.
Me acerque a mis amigos, aunque para hacerlo tuve
que apartar a unos cuantos. En esos momentos era cuando mis 120 kilos y mi
metro noventa más me habían ayudado de mi vida.
Llegué a donde ellos estaban y vi como el Toni se
estaba peleando con una de las chicas de COU y como la Penélope y el Josep
estaban liados en lo que parecía una orgia a 3 con uno de los chicos que
acompañaban a las de COU. Pero había un detalle inexplicable. No se habían
quitado la ropa, por lo que únicamente se estaban magreando. Los separé como
pude y los llevé a rastras al exterior del cine. Una vez fuera, fueron
despertando del trance en el que parecían que estaban.
-Las palomitas, han sido las palomitas –repetía Penélope
de manera inconexa
- ¿Qué dices? ¿Cómo que las palomitas?
- las palomitas sabían raro y el comerlas ha
empezado todo.
Era verdad, yo no las había probado, y por eso a mí
no había pasado nada.
Poco a poco todo el mundo salió del cine. Muchos estaban
completamente amoratados, otros casi desnudos, pero todos, sobretodo,
completamente avergonzados. Casi nadie se miraba los ojos, todos iban saliendo en
silencio. Vimos pasar a todos y cuando ya el cine estaba completamente vacío
vimos salir a Anabel cogida de las manos de sus amigas. Todas estaban casi
desnudas y se tapaban como podían. Ella tenía la cara amoratada y el ojo
derecho completamente cerrado por culpa de la hinchazón. Al pasar por mi lado
se paró, se puso delante mío, me paso la mano derecha por mi carrillo izquierdo,
se acercó a mi oído y me susurró:
-llámame.
Volví a empalmarme.
Fuimos al bar que estaba delante del instituto, a
poco más de cien metros del cine. Nos pedimos unas coca colas. Seguíamos en
silencio. Nadie se atrevía a preguntar que había pasado.
La respuesta vino de la televisión. Las noticias
explicaban que un grupo denominado World Life había atacado a todos los cines
de la comarca. Se habían infiltrado entre los trabajadores y habían saboteado
las palomitas de todos los cines. Habían añadido algo. Algo relacionado con LSD
que potenciaba la personalidad sexual de quien
ingería el producto.
Era el ahora conocido como ECOTERRORISMO.
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