Sergei había
llegado a España hacia 10 años. Se había escapado de su Sujumi natal durante la
guerra con Georgia. Parte de su familia seguía allí y su objetivo era conseguir
suficiente dinero para volver a y montar un negocio en Abjasia. Había trabajado
de todo lo que le había salido y nunca se había quejado. Había encontrado un
grupo de amigos en el gimnasio donde se ponía cachas y había conseguido una
estabilidad laboral compaginando la vigilancia de obras entre semana con la de
portero de discoteca en los fines de semana.
Por eso
cuando el capullo ese se le acercó y le dijo en la oreja en un perfecto ruso
moscovita “tu madre me ha comido hoy los huevos” no pudo reprimirse y le arreó
un directo a la mandíbula. Fue por puro instinto. No podía permitir que un
idiota le insultara de esa manera.
Los amigos
del idiota fueron rápidamente a ayudarle a levantar. De dentro de la discoteca
empezaron a salir empleados de seguridad, pensándose que había empezado una
pelea. Cuando vieron a Braulio en el suelo todos empezaron a mira a Sergei.
-no podéis
ni imaginaros que me acaba de decir el idiota ese.
-sea lo que
sea, no había motivo para darle esa ostia –le dijo el encargado a Sergei
mientras le ponía la mano en la espalda y le acompañaba al interior de la
discoteca.
Carlos y
Julio ayudaron a levantar a Braulio, y los vigilantes les indicaron que podían
pasar dentro. Les acompañaron a la sala VIP y, junto a Roberta, Alfonsa, Cintia
y Leo, les sirvieron champan francés.
La mandíbula
de Braulio no estaba rota, pero durante un tiempo no iba a poder comer turrón
del duro.
-¿qué coño
le has dicho para que te diera esa ostia? –preguntó Carlos a Braulio cuando las
chicas se fueron todas juntas al lavabo.
-ya sabéis
que jugando al Fornite hablo con gente de todo el mundo, pues hay un ruso que
solo me repite esta frase. Yo pensaba que era algo bueno, pero por la reacción
de este tío creo que no es nada agradable.
-y tu ¿Cómo
has sabido que era ruso?
-no tenía ni
idea, lo he supuesto.
-pues en
vaya lio nos has metido.
-¿qué lio ni
que pollas?, estamos en la sala VIP con cuatro tías impresionantes, y ¿ahora os
vais a quejar?
-bueno,
bueno, no te pongas así –dijo Carlos mientras las cuatro chicas regresaban a
los sofás de la sala VIP.
La noche
parecía prometedora, por eso cuando Svetlana se acercó al grupo nadie supuso
que los problemas iban a venir por ahí.
-hola
chicos, ¿queréis ir a una fiesta privada? –dijo Svetlana con un ligero acento
ruso.
-ya estamos
en una fiesta
-donde yo os
llevo no tiene nada que ver con este antro.
-ya estamos
en el paraíso, porque vamos a cambiar –dijo Braulio
-yo os
prometo una fiesta con el mejor alcohol, las mejores mujeres y rodeados de
famosos
-¿qué
famosos hay en esa supuesta fiesta?
-creo que
hay ha venido Malena Gracia y Jorge Sanz
-no sé
quiénes son esos.
-venid conmigo,
no os arrepentiréis –repitió Svetlana mientras les daba su tarjeta de visita.
Después de
mucho pensárselo decidieron darle una oportunidad y acompañaron a Svetlana a la
salida de la discoteca.
Allí había una
limusina negra que les llevó a un chalet a las afueras de Benidorm.
El interior
del chalet estaba preparado para una gran fiesta, bebidas, comida, una gran
bola colgada en el techo, pero no había ni un alma, eran los primeros en llegar
a la fiesta. A ellos eso no les molestó, ni siquiera se dieron cuenta. Se acercaron
a la mesa de comida y comieron como si no hubiera un mañana. Bebieron todo lo
que pudieron y se fueron sentando en los sofás que había al fondo de la sala. Svetlana
había desaparecido, la música de fondo fue apagándose poco a poco y ellos
fueron durmiéndose a ritmo de la trompeta de Miles Davis. La droga empezaba a
hacer su efecto.
Las cuatro
mujeres tuvieron mucha suerte. La banda
de Sergei y Svetlana no estaba interesada en la trata de blancas. Las dejaron
dormidas en la acera lateral de su hotel. Que un grupo de turistas les robaran
los bolsos no fue su problema.
Carlos y
Braulio fueron llevados a otro chalet a las afueras de Castellón. Fueron torturados
y grabados. Tuvieron algo de suerte, ya que finalmente sobrevivieron. Fueron abandonados
en una gasolinera a las afueras de Burriana.
A Julio no
lo torturaron. Directamente le sacaron los riñones para venderlos en el mercado
asiático y lo abandonaron a las afueras de Erfoud, ciudad al oeste de Marruecos,
donde había sido llevado en un yate desde el puerto de Benidorm.
Fue abandonado
en pleno desierto, desnudo, sin comida ni bebida y a más de 40 kilómetros de
ninguna zona poblada. No duro ni una noche.
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