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dimecres, 15 de gener del 2020

Resacón en Benidorm (segunda parte)


Sergei había llegado a España hacia 10 años. Se había escapado de su Sujumi natal durante la guerra con Georgia. Parte de su familia seguía allí y su objetivo era conseguir suficiente dinero para volver a y montar un negocio en Abjasia. Había trabajado de todo lo que le había salido y nunca se había quejado. Había encontrado un grupo de amigos en el gimnasio donde se ponía cachas y había conseguido una estabilidad laboral compaginando la vigilancia de obras entre semana con la de portero de discoteca en los fines de semana.
Por eso cuando el capullo ese se le acercó y le dijo en la oreja en un perfecto ruso moscovita “tu madre me ha comido hoy los huevos” no pudo reprimirse y le arreó un directo a la mandíbula. Fue por puro instinto. No podía permitir que un idiota le insultara de esa manera.
Los amigos del idiota fueron rápidamente a ayudarle a levantar. De dentro de la discoteca empezaron a salir empleados de seguridad, pensándose que había empezado una pelea. Cuando vieron a Braulio en el suelo todos empezaron a mira a Sergei.
-no podéis ni imaginaros que me acaba de decir el idiota ese.
-sea lo que sea, no había motivo para darle esa ostia –le dijo el encargado a Sergei mientras le ponía la mano en la espalda y le acompañaba al interior de la discoteca.
Carlos y Julio ayudaron a levantar a Braulio, y los vigilantes les indicaron que podían pasar dentro. Les acompañaron a la sala VIP y, junto a Roberta, Alfonsa, Cintia y Leo, les sirvieron champan francés.
La mandíbula de Braulio no estaba rota, pero durante un tiempo no iba a poder comer turrón del duro.
-¿qué coño le has dicho para que te diera esa ostia? –preguntó Carlos a Braulio cuando las chicas se fueron todas juntas al lavabo.
-ya sabéis que jugando al Fornite hablo con gente de todo el mundo, pues hay un ruso que solo me repite esta frase. Yo pensaba que era algo bueno, pero por la reacción de este tío creo que no es nada agradable.
-y tu ¿Cómo has sabido que era ruso?
-no tenía ni idea, lo he supuesto.
-pues en vaya lio nos has metido.
-¿qué lio ni que pollas?, estamos en la sala VIP con cuatro tías impresionantes, y ¿ahora os vais a quejar?
-bueno, bueno, no te pongas así –dijo Carlos mientras las cuatro chicas regresaban a los sofás de la sala VIP.
La noche parecía prometedora, por eso cuando Svetlana se acercó al grupo nadie supuso que los problemas iban a venir por ahí.
-hola chicos, ¿queréis ir a una fiesta privada? –dijo Svetlana con un ligero acento ruso.
-ya estamos en una fiesta
-donde yo os llevo no tiene nada que ver con este antro.
-ya estamos en el paraíso, porque vamos a cambiar –dijo Braulio
-yo os prometo una fiesta con el mejor alcohol, las mejores mujeres y rodeados de famosos
-¿qué famosos hay en esa supuesta fiesta?
-creo que hay ha venido Malena Gracia y Jorge Sanz
-no sé quiénes son esos.
-venid conmigo, no os arrepentiréis –repitió Svetlana mientras les daba su tarjeta de visita.
Después de mucho pensárselo decidieron darle una oportunidad y acompañaron a Svetlana a la salida de la discoteca.
Allí había una limusina negra que les llevó a un chalet a las afueras de Benidorm.
El interior del chalet estaba preparado para una gran fiesta, bebidas, comida, una gran bola colgada en el techo, pero no había ni un alma, eran los primeros en llegar a la fiesta. A ellos eso no les molestó, ni siquiera se dieron cuenta. Se acercaron a la mesa de comida y comieron como si no hubiera un mañana. Bebieron todo lo que pudieron y se fueron sentando en los sofás que había al fondo de la sala. Svetlana había desaparecido, la música de fondo fue apagándose poco a poco y ellos fueron durmiéndose a ritmo de la trompeta de Miles Davis. La droga empezaba a hacer su efecto.
Las cuatro mujeres  tuvieron mucha suerte. La banda de Sergei y Svetlana no estaba interesada en la trata de blancas. Las dejaron dormidas en la acera lateral de su hotel. Que un grupo de turistas les robaran los bolsos no fue su problema.
Carlos y Braulio fueron llevados a otro chalet a las afueras de Castellón. Fueron torturados y grabados. Tuvieron algo de suerte, ya que finalmente sobrevivieron. Fueron abandonados en una gasolinera a las afueras de Burriana.
A Julio no lo torturaron. Directamente le sacaron los riñones para venderlos en el mercado asiático y lo abandonaron a las afueras de Erfoud, ciudad al oeste de Marruecos, donde había sido llevado en un yate desde el puerto de Benidorm.
Fue abandonado en pleno desierto, desnudo, sin comida ni bebida y a más de 40 kilómetros de ninguna zona poblada. No duro ni una noche.

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