La fábrica de Airgam de L’Hospitalet estaba abandonada desde
hacía treinta años. Tras una época brillante, en 1987 habían hecho suspensión de
pagos. Las ventas de la campaña de navidad no cubrían las deudas de casi 250
millones de pesetas que tenían. 140 personas se habían ido a la calle. No había
nada que hacer, la fabricación de juguetes no era un negocio rentable en la
España de finales de los 80. La fabricación de juguetes en china había hecho
que nada de lo fabricado aquí fuera competitivo. Después de veinte años de éxitos vendiendo,
sobretodo, muñecos de plástico, el sueño había llegado a su fin.
Marc aparcó su citroen Xsara a unos
50 metros del número 157 de la carretera del Mig en L´Hospitalet, donde estaba
la fábrica de Airgam. Ya desde la Avinguda Marina, había visto el rótulo de
Airgam pintado en la pared. Habían pasado veinte años, pero aun nadie se había
dignado a pintar sobre la pared lateral. Nadie lo había hecho porque nadie
había entrado en esa fábrica desde que se fue su último trabajador. Marc
pretendía hacer unas fotos de la fachada. Había oído que aún se podía leer el
nombre de la empresa, y pensó que sus fotos quedarían perfectas en su nuevo
blog. Historia de las fábricas de
juguetes de Barcelona iba a ser un bombazo. Estaba haciendo un recorrido
por todas las fábricas de juguetes que habían cerrado por la zona y lo iba a
publicar en su blog. Creía que iba a ser muy original y que tendría muchas
visitas.
Según se iba acercando, sacó su
cámara de fotos y fue disparando una cantidad inmensa de fotografías.
Fotografió el frontal del edificio y los dos laterales. Fotografió la puerta de
entrada e, incluso los timbres de acceso. Todo parecía semiabandonado. No
parecía haber ningún tipo de actividad, ni en el interior ni en el exterior. Se
acercó a la puerta y puso las dos manos contra el cristal con intención de
mirar sin reflejos. Fue entonces cuando la puerta cedió hacia adentro. No
estaba la llave echada. La sorpresa de Marc fue enorme, pero su curiosidad era
más grande que el miedo a ser pillado y eso hizo que entrara a la fábrica. La
estancia estaba sucia y llena de polvo, pero no había resto de actividad. No
había papeles y rastro de nada que indicara que ahí hubiera ningún tipo de movimiento.
Marc probó a abrir las puertas que daban a los laterales y estaban todas
cerradas. Subió las escaleras que
accedían al primer piso. Allí estaban todas las puertas abiertas. La estancia
era enorme, parecía ser el sitio ideal para poner maquinas que fabricaran
juguetes. Ahora estaba totalmente desierta, pero él pudo imaginar que
únicamente hacia diez años allí había habido un movimiento extraordinario.
Gente moviéndose para arriba y para abajo. Carretillas elevadoras, traspales,
operarios apilando cajas, oficinistas revisando pedidos… todo aquello había
pasado. Allí ahora solo había un vacío enorme que conmovió a Marc de manera
intensa. Fue haciendo fotos por toda la estancia y subió al piso de arriba.
Allí no había nada. Suerte que los ventanales dejaban pasar la luz de día,
porque por no haber, no había ni fluorescentes.
En la última
planta encontró unas puertas que daban a estancias más pequeñas. Supuso que
serían las oficinas de la dirección. Se imaginó que allí había estado Josep
Magriá y sus trabajadores más de 20 años. No dejo de hacer fotos en ningún
momento. Le iba quedar un reportaje esplendido, seguro que sería el que más
visitas iba a tener. Sin darse cuenta pasó allí más de dos horas investigando y
observándolo todo. Busco algún mueble, pero nada habían dejado que pudiera
contener ni un papel, una factura que pudiera llevarse como trofeo. Se iba a tener
que conformar con las fotos de las estancias. Por su cabeza había pasado todo
el rato la posibilidad de encontrarse una caja olvidada en un rincón. Una caja
que al abrirla contuviera varias series de Airgam Comics o algo mejor. Pero nada
de eso paso. El vacío más absoluto.
Ya eran las
cinco de la tarde y empezaba a hacerse de noche. No hacia frio para ser
febrero, pero el hecho de oscurecer hacía que pareciera que el invierno fuera a
llegar de repente.
Salió de la
fábrica pensándose que se encontraría a alguien, que alguien habría llamado a
la policía que se encontraría en un problema. Pero nada de eso sucedió. La calle
seguía vacía y a nadie le importaba que él estuviera allí.
Se subió al
coche mirando a ambos lados, aun tenía la sensación de estar haciendo algo
malo. Cogió su cámara de fotos y revisó una a una todas las fotos que había hecho
esa tarde. La verdad es que era un material esplendido. Él estaba radiante,
estaba en una nube. La mezcla de haber hecho algo malo (colarse en una fábrica)
y tener un material excelente producía en el una sensación de éxtasis.
Arrancó el
coche, puso la primera y cuando el coche empezaba a circular, notó como desde
el lado izquierdo algo impactó contra la puerta izquierda trasera.
No le dio tiempo
más que a aparcar nuevamente a la derecha y fijarse que era un gran coche gris
el que le había chocado por detrás. El coche gris aparcó delante de él.
Marc se bajó
y fue directamente a ver cómo había quedado su coche. No había sido un gran
impacto, pero la puerta trasera había quedado completamente hundida. La rueda
no se había visto afectada por centímetros. Calculó que podría llegar a su
casa, pero que la reparación del vehículo iba a ser imposible. Un coche de más
de 20 años no lo iban a poder arreglar. El seguro iba a dar de baja al coche.
Todas estas
ideas pasaban por su cabeza cuando se dio cuenta que no se había preocupado por
el conductor del coche gris. Miró hacia delante y vio cómo se bajaba del Nissan
Qashqai una chica de unos treinta años, morena, alta y esbelta. Iba vestida con
unos pantalones negros y un jersey de cuello alto negro también. Llevaba los labios
pintados de rojo intenso y su cara reflejaba una serenidad absoluta.
-hola, ¿te
has hecho daño?
-no, ¡pero
mira como me has dejado el coche¡ -casi gritó Marc.
-perdóname,
no te he visto.
-pero ¡si yo
iba por mi carril y tu me has envestido!
-se me ha
girado el volante a la derecha sin querer, ¿me puedes perdonar?
Marc estaba
muy nervioso. Los acontecimientos del día habían sido demasiado. Y ahora se iba
a quedar sin coche por culpa de una niñata.
-necesitas
sentarte –dijo Nieves, que así se llamaba ella.
-no necesito
sentarme, ¡necesito un coche nuevo! –dijo Marc con un poco de agresividad.
-no te
enfades conmigo, el seguro lo arreglara todo. En la vida hay cosas más
importantes que tu coche. Seguro que todo se arreglará –dijo Nieves poniéndole la
mano sobre el hombro.
En ese
momento le llegó a Marc el olor al perfume que Nieves llevaba. Hasta ese
momento no se había dado cuenta de lo atractiva que era. Y eso empezó a
relajarlo un poco.
-¿podemos
hacer un parte amistoso?, mi padre me matará si llego con otro golpe a su
coche.
-no se…
-venga
hombre, hay que tomarse la vida de otra manera. A lo mejor esto es algo bueno. El
destino ha querido que nos uniéramos así.
-¿qué
quieres decir?
-que a lo
mejor este encuentro no es casual. Que tú y yo estábamos destinados a
conocernos. ¿No crees en el destino?
-no, no lo sé
–dijo Marc dubitativo. Una pequeña erección se había iniciado en su
entrepierna.
-mira, vamos
a relajarnos. Yo iba a casa de una amiga a cenar y llevo esto en el coche…
-dijo Nieves entrando en su coche y sacando una bolsa del Corte Ingles.
-¿qué es
eso?
- un Vega
Sicilia de 1986. Toma. –Dijo Nieves pasándole la botella a Marc- bebe un poco
que así te relajaras y luego nos vamos a tomar algo.
Marc cogió
la botella y dio un pequeño trago. Nieves le miraba y con los ojos le animó a
que bebiera más. Marc no lo dudó y bebió de un trago más de la mitad de la
botella.
Entonces ella
cogió la botella, vació el resto del vino en la alcantarilla que había al lado
y metió la botella vacía en el coche de Marc.
-y, ¿ahora qué
hacemos? –dijo Marc algo dubitativo.
-esperamos a la policía –dijo Nieves marcando el número
de la policía local.
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